jueves, 22 de mayo de 2008

VA LA CREMACIÓN EN AUMENTO EN LA SOCIEDAD MEXICANA


· Es la opción más viable por su bajo costo y condición práctica, señaló el académico de la FES Zaragoza de la UNAM, Felipe Takahashi

· Convertir un cuerpo en cenizas requiere tres horas, mientras que los restos inhumados tardan 60 años en volverse residuos áridos, recordó

· La modificación en el estilo de vida y en las ideas, hacen que cambie la percepción de la muerte, indicó el también académico de esa entidad universitaria, Alberto Patiño

· Vivir y morir engloban casi las mismas etapas, pues a través de ambas se pasa “por situaciones difíciles y conflictivas”, dijo

Los altos costos de los servicios funerarios, la falta de espacios en los panteones, e incluso la intención de apresuramiento del proceso de luto entre los deudos del fallecido, son las principales causas de que la cremación vaya en aumento en México, afirmaron especialistas de la UNAM.

En la actualidad, se trata de la opción más viable por su bajo costo y condición práctica. Para el académico de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza, Felipe Takahashi Medina, convertir un cuerpo en cenizas requiere cerca de tres horas, mientras que los restos inhumados tardan aproximadamente 60 años en volverse residuos áridos.

Asimismo, Takahashi también director del Servicio Médico Forense, detalló que resulta más sencillo transportar hasta un kilo y cuarto de cenizas, peso aproximado de un cuerpo promedio que sale del crematorio, al peso de un cadáver.

De acuerdo con datos del Gobierno del Distrito Federal (GDF), en 2007, casi el 60 por ciento de las personas fallecidas en la capital de la República fueron cremadas.

Estimaciones refieren que el costo de este servicio es de entre cuatro y 20 mil pesos, mientras que en la inhumación, los familiares del difunto pueden erogar desde seis hasta 35 mil pesos.

Tan sólo el año pasado, el crematorio del Panteón de Dolores, con cuatro hornos, realizó dos mil 435 servicios, y el de Iztapalapa, ubicado en el Panteón de San Nicolás Tolentino, hizo tres mil 389 trabajos con dos hornos, de acuerdo a cifras del GDF.

No obstante, el incinerador del Panteón San Isidro, en la delegación Azcapotzalco, realizó en el mismo periodo 322 cremaciones, mientras que el Panteón 20 de Noviembre, en Tlalpan, brindó 402 servicios.

“El proceso es sencillo –explicó Takahashi–. Se coloca el cuerpo en el incinerador, un lugar cerrado y con temperaturas por encima de los 800 grados centígrados. El tiempo en que permanece dentro de éste es de dos y media o tres horas y depende de las características de tamaño y peso”, entre otros factores.

Mientras, si no es preparado artificialmente “para conservarlo ni sufre momificación, el cuerpo comienza a presentar cambios desde el momento del fallecimiento que pueden completarse hasta 60 años después, indicó.

En ocasiones, existen tejidos, “sobre todo el óseo”, que tienden a ser más resistentes, que pueden soportar el fuego en las dos o tres horas. “En caso de que permanezcan pequeños fragmentos de hueso, se introducen en una trituradora y se vuelven polvo”, comentó.

En el caso de inhumación, a las 72 horas comienzan a experimentarse cambios relacionados con la descomposición, apuntó, donde intervienen bacterias no patógenas, contenidas a nivel intestinal. Las primeras dos fases, cromática y efisematoza, duran días y semanas, en tanto que la de cólico-activa registra meses y años, y tiene que ver con la destrucción de órganos.

El último ciclo, el reductivo, toma décadas y en ella intervienen no sólo la flora y fauna cadavéricas, sino cuadrillas de insectos, ácaros y demás, que tienen establecido su periodo de llegada. Por ejemplo, un tipo de escarabajos no arriba cuando hay carne fresca, sino cuando han pasado más de ocho meses, especificó.

En comparación con los cuerpos enterrados, señaló Takahashi, las cenizas no tienen ninguna regulación que indique cómo deben ser tratadas, pues “éstas no son dañinas en ningún aspecto”. No hay normatividad que establezca cuál debe ser el destino de los residuos. Se pueden mantener, inhumarlos o arrojarlos en algún lugar.

Los cadáveres sí tienen un manejo establecido en la Ley General de Salud. Empero, no existe riesgo de que la ceniza sean dañina para el ser humano, porque a las temperaturas a que la materia fue sometida es imposible que guarden contaminantes, precisó.

Este método está más relacionado con los recursos y espacios en los cementerios, que con ideas religiosas. “Los costos y los cambios que ha tenido el Código Civil respecto a la perpetuidad de las fosas han generado una transformación de parecer en la familia para decidir el destino final de un cuerpo”, agregó.

Antes había fosas a perpetuidad, “en la actualidad son temporales”. Entonces, a los siete u ocho años deben ser desalojados, refirió.

La incineración humana siempre ha formado parte de los rituales funerarios de México. A raíz de la Conquista, esta práctica fue prohibida. Fue hasta 1909, cuando se inauguró el primer horno crematorio por el doctor Eduardo Liceaga, en el panteón de Dolores.

La mayoría de las religiones acepta esta práctica, con excepción de los judíos ortodoxos y de los islámicos. A partir de 1983, fecha en que se adecuó el Código de Derecho Canónico, la Iglesia Católica aprobó la cremación de cadáveres.

Por otra parte, el paso del tiempo, la modificación en el estilo de vida, el cambio de ideas e idiosincrasias y la permeabilidad de la sociedad actual al influjo de otras culturas, hicieron que evolucionase la percepción en torno a la muerte y al muerto en sí, indicó el responsable del Programa de Terapia Breve de la carrera de Psicología de la FES Zaragoza, Alberto Patiño Ramírez.

La modernidad ayuda a que la cremación sea cada vez más aceptada y utilizada por la gente, aclaró, pues ésta también facilita sobrellevar el luto de los deudos.

Con ella “es más fácil desaparecer el sufrimiento. Hoy día, las personas buscan reducir el dolor y la molestia. Este alejamiento rápido, ilusoriamente, les permite sentir que no hay un duelo tan profundo, aunque en ocasiones es contraproducente”, advirtió.

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